Cuando no acaba más que empezar
El sol es diferente en un barrio a espaldas de los hermanos de la Salle. La Borriquita sale entre sombras de altos edificios buscando cruzar la Rambla y llega indiferente al Celia Viñas, eso sí, con mucha gente alrededor. Muchísima. Ayer si cabía la duda ante esta avalancha en las calles, hoy se confirman presencias con bufandas blaugranas y acentos impropios de esta tierra.
Hace calor, mucho calor y el tema de conversación de las improvisadas tertulias gira en torno al tiempo y al temor a que las aceras se resientan del partido de esta tarde mientras la cofradía se adentra por Méndez Núñez hacia Reyes Católicos. La Agrupación musical de Nuestra Señora del Carmen, de Cuevas del Almanzora va detrás del Señor a lomos de una burra. La otra banda que acompaña a la cofradía es la de la Cañada de San Urbano, que va detrás de la Virgen de la Paz. A la cofradía la espera muchísima gente en la Diputación. Es un sitio bonito para ver la cofradía antes de que regrese a las amplias arterias de su barrio.
A la tarde salen las otras tres cofradías del día. La Cena con la elegancia de todo cuanto hace ultimamente y con sus blancos nazarenos. Hay que ver cómo acertó con el cambio esta Hermandad y cómo acierta con la cera al cuadril delante de pasos que recorren conventos de clausura en un alocado itinerario. El misterio de la Cena se pierde por calles en cuesta, rampa, nueva cuesta y lomos para entretenerse. Algunas calles caídas y Alberto Escámez que sigue sonando pese al tropiezo de un mal año que ya no se olvida antes de llegar a las Puras. Qué diferente viene el Señor con el mantolín azul.
La gente, cuando cae la noche, y en marzo cae antes, sigue abarrotando las calles y disipa los temores. La Semana Santa le gana por un gol a cero al fútbol porque lo que ayer eran temores y esta mañana dudas, se disipa en un mar de gente en cualquier calle. La confluencia más delicada del día, la esquina de Siloy con Real por donde bajan los Ángeles y por donde sube la Cena nos da el pulso de la jornada. Y mientras el palio de Fe y Caridad busca las Claras, la Cruz de guía de los Ángeles se va hacia Gravina. Detrás lleva muchos nazarenos y la Virgen, que anda por Santiago levanta por la Hermandad de la Soledad que cumplimenta el paso de cualquier cofradía por este punto.
Se escuchan saetas en la plaza Flores a la Virgen del manto celeste y el pollero que, por más que lo intentan, nos devuelve una dolorosa extraña mientras la Estrella, por la hora, debe andar llegando al centro. La plaza de Santa Rita recibe como herida abierta de la ciudad a la corporación de Regiones que llega con el mérito de dar una lección de bien hacer y regresar con la dignidad ajena al cansancio de la caminata desde la Alta de la Iglesia hasta el Paseo. Entre tanto transita por Reyes Católicos, este año con coches y con cierta complicación mientras la banda "Santa Cecilia", Sorbas interpreta un gran repertorio. Hay un giro precisamente con Virgen del Amor Doloroso de Eloy García que es gran momento para el recuerdo de la jornada.
Las cofradías que habían iniciado su aproximación a la Carrera oficial comienzan a alejarse de ella. La de los Ángeles lo hace con largas chicotás de su palio Paseo arriba camino de las Cruces y la de la Estrella se pierde por calles buscando la de San Leonardo donde se despedirá con frío de Almería. El misterio de las Penas está arriado en Navarro Rodrigo y además de saetas le dedican un poema desde un balcón. Levanta y se planta en San Leonardo con esa prisa de cofradía de barrio. El palio le sigue y un público diferente se ve alrededor de los pasos. Ya no es espectador sino vecino, fiel, devoto, hermano, el que rodea los pasos. Así sube los Ángeles por las Cruces.
La Cena, en cambio, queda rodeada de un público diferente en su recogida. Nuevo relevo del misterio a la entrada de Ricardos (el último) y el paso se pierde sobre cabezas que luego buscan la belleza morena de la Virgen de Fe y Caridad que llega con un repertorio mejor escogido que interpretado y donde destacan dos marchas poco habituales: Nuestra Señora del Subterráneo de Gámez y Virgen de la Paz de Morales.
Los violeteros siguen oliendo a azahar y aunque es mucha la gente que va delante del paso, hasta cuesta escucharles aplaudir. Es elegante la recogida de esta cofradía y la gente así lo entiende. Es un público diferente y la entrada llena de sabor y tristeza porque aunque en los barrios aún hay nazarenos en las calles, cuando en la puerta de los Perdones de San Pedro se ve recortado el palio de la Virgen de los Dolores entre capirotes blancos, el corazón toma conciencia de que esto no ha hecho má que empezar y ya se acaba.
Imágenes: diario IDEAL
No hay comentarios
Publicar un comentario