Desmacarenizándolas por los difuntos
Cuentan que la primera imagen que fue ataviada de negro, de luto, para el mes de los difuntos fue la Macarena. Rodríguez Ojeda se inventó lo que hoy es tradición. Lo que ya no hace falta que nos cuenten es que todo lo que hace la Macarena, todo lo que le hacen, es imitado por el resto. Fue la primera que recibió la cuaresma de hebrea, en 1933; luego vendría el pellizco de Pérez Calvo en el treinta y siete, el mismo que Garduño remarcaría más... Un constante suma y sigue que vemos por Almería empeñados en completar la labor de los imagineros a nuestro capricho sin respetar las características individuales de cada imagen y sí, más bien, convirtiendo en pequeñas macarenas nuestras dolorosas. En ese sentido desastrosos fueron los ochenta y los noventa. En cambio de un tiempo a esta parte se observa una tendencia más o menos generalizada que pretende resaltar lo mejor de cada imagen a través de la búsqueda de tocados más personales.
En Semana Santa aún se es reticente a este tipo de exploraciones y son las menos las que se nos presentan personales, originales. Es, en cambio, en la capilla, en la labor callada de priostía, en esos cambios perceptibles pero íntimos que anuncian un tiempo determinado cuando más se atreven los vestidores a presentarnos otras imágenes de nuestras Imágenes de siempre. Y dentro de estos meses, noviembre es el más dado a genialidades del tipo que hoy comentamos. Un gusto muy del XIX recorre en meses como éste las capillas y altares. Gabi Martín nos dejó algunas perlas en el Consuelo. Y ese gusto ha salpicado a otras imágenes como la del Primer Dolor. Otras veces son tocados casi monjiles los que nos representan la aflicción de María. La de estos tocados monjiles fue una puerta que creo abrió por vez primera en Almería la Virgen de la Merced, cuando pasó un mes de noviembre en el convento de las Claras. Juan Antonio Barrios empleó para ello el propio hábito de una de las clarisas. Esa senda luego la han transitado la Esperanza Macarena como muestra la imagen de Guillermo Méndez, la del Primer Dolor o la del Consuelo este año. Todas de una belleza sublime entonces, algo más anodina cuando se ha pretendido acoplarle tocados imposibles, impropios, impersonales en definitiva como lo que vale para todos.
Con noviembre llega el frío y unas tardes quietas en las que ver a nuestras dolorosas más dolorosas. Para verlas más auténticas, más originales, más atrevidas, demostrando que hay vida más allá de los cánones adoptados. Tanto chirriaría ver al Consuelo de rojo como a la Virgen de los Ángeles con el triplicado pellizco de Garduño a la Macarena. Aunque a algunos no se lo parezca. El ideal sería esa búsqueda de una personalidad realzada mediante tocados pensados para una imagen; no aplicando otras decisiones, otras proporciones, a volúmenes para los que nunca fueron pensados. Algo que sólo parece ocurrir en noviembre; bendita sea, pues, esta 'desmacarenización' por los difuntos.
José Ramón Suárez Ortiz
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